
La inquietud por luchar desde la creatividad contra la violencia, el miedo y todas las enfermedades que aquejan a la especie. Contra los tigres de papel que a veces muerden, pero sólo cuando el ser humano se lo permite. Siempre sintió el calor de la pluma buscando su hoja redentora.
Como apuntó hace poco Oropéndola, sus planteamientos siempre fueron adelantados a su tiempo (en caso de que la humanidad se dirija hacia el reencuentro con su verdadera esencia).
En un momento dado, siente deseos de desenchufar al escritor que lleva dentro, impotente ante la inactividad forzada e impotente.
Al cabo de un tiempo, siente la muerte del papel y la pluma, de la libertad y la dignidad humana. No es para menos; conoció de cerca sucesos espeluznantes.
Al principio se hunde. Con el tiempo, se reorganiza y convierte todo ese dolor en energía de lucha. Reorganiza sus frentes y sus creaciones. La redefinición de las causas del sufrimiento lo lleva a un enfoque holístico. El “enemigo”, en su nueva y amplia definición, adopta caras tan variadas como la negación del humano natural, la denostación de sus necesidades básicas, la supresión de la libertad y la negación naturaleza multidmiensional para sustituirlas por la acumulación material y la competitividad. En esas cosas ha encontrado el origen de la violencia y el miedo.
Para luchar contra la deshumanización, qué mejor forma que ser todo lo humano posible: si el ser humano es imperfecto, aceptar sin reprimirla esa imperfección; si el ser humano sueña, dar rienda suelta a nuestros suelos; si el ser humano es solidario por naturaleza, dejar que brote y discurra una solidaridad sin barreras. Si el ser humano es multidimensional, cultivar todas sus dimensiones. Si somos seres de luz y agua, recorrer los senderos del aire, del yin y el yang.
Si nuestra naturaleza es no tener miedo, renunciar al miedo y vivir cada día autoafirmándonos, reconociendo y saludando nuestra verdadera esencia, diciendo sí al espejo interior y trabajando por un mundo más habitable igual que hace la plantita que brota en mitad del campo de batalla. Si, por naturaleza, somos simples, practicar la simplicidad. Si en nuestra esencia está el amor, amar sin miedo y con firmeza hasta la última semilla transportada por el viento.
Si somos polvo de estrella, vivir como tales.
Si nuestra naturaleza es el hermanamiento con los otros seres vivos- con esos miles de millones de expresiones distintas y únicas de la energía del universo, aparentemente aparentemente en diferentes cuerpos pero interconectadas-, vivamos hermanados a los seres vivos, en comunión con la naturaleza.
Si somos risa y llanto, reír a carcajadas y llorar a moco tendido.
Si nuestra mente es contradictoria, luchar sin luchar. Luchar contra la lucha. Poner en la defensa el ataque y viceversa.

Si nuestra mente es compleja y a veces juega en contra de nosotros... apagarla mediante la meditación, un paseo por la naturaleza, etc.

Como el agua, fluir de forma natural en vez de intentar subir cuestas.
Entrar por los recovecos de la mente y salir de todos ellos como si nada, regresando siempre al río, al mar y a las nubes.

Sin caer en la huída de la cama pero tampoco en el fragor de la lucha.
Y todos esos principios aplicarlos no sólo a la lucha contra los tigres de papel, sino también contra las propias limitaciones, ya de salud, y a los inevitables conflictos que es necesario afrontar en todos los ámbitos, desde la familia al grupo de amigos, etc. cuando uno quiere recorrer una vía rebelde. Desde un enfoque taoísta, convertir las diferencias en equilibrio y las discrepancias en unificación de energía.
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