Conozco a un pájaro que vive encerrado
en una jaula, donde, desde hace muchos años estudiando la
libertad..
Su prisión se la construyó siendo aún un polluelo. Fue su particular respuesta a una serie de cosas muy impactantes que tuvo que presenciar a una edad muy temprana. Ante aquellos mismos estímulos podía haber tenido otro tipo de respuestas, como la violencia o el alcoholismo. Su mente y sus circunstancias determinaron que su respuesta fuese la construcción de una prisión invisible.
Su afán por escapar de la prisión sembró en él la inquietud de estudiar la libertad y perseguirla infatigablemente. El estudio lo llevó a cabo de manera exhaustiva: leía libros, observaba a la gente a través de los barrotes, y recorría caminos de introspección y meditación.
Descubrió que las aves que ve a través de los barrotes tampoco son libres. Casi todos tienen una o varias prisiones particulares que no les permiten volar (y el objetivo de la vida es volar). Entre las prisiones están: la competitividad, el miedo, el afán de acumulación material, los hábitos que se apoyan en el sufrimiento de otros seres, los pensamientos que pretenden controlar el pasado o el futuro, el afán por corregir y juzgar a los demás, la actitud conformista de pensar que uno no puede hacer nada para cambiar su mundo, y otras muchas. Los años de constante estudio, reflexión, observación e introspección le han llevado a desarrollar numerosas técnicas (todas extremadamente simples, ya que no exigen la adquisición de cosas aprendidas y culturalmente elaboradas, sino liberarse de ellas), técnicas de liberación que no sirven mucho para salir de su jaula -cuyos barrotes aún no ha encontrado la forma de romper o doblar sino durante ratos cortos- pero son muy eficaces para romper las prisiones de las aves que ve fuera de su jaula. Sin embargo, no es nada fácil enseñarle las técnicas, compartirlas con las aves que necesitarían aplicarlas para ser libres; el problema es que esas aves no son conscientes de vivir en una prisión; han vivido siempre dentro y piensan que el mundo entero está contenido en su burbuja.
El pájaro, mientras, sigue padeciendo de su asfixiante confinamiento. Intentó aprender a volar, a buscar flores e insectos, a hacer nidos...pero no puede aplicar nada de eso mientras siga rodeado de rígidos barrotes. Y las aves que viven en el exterior tampoco ven los barrotes de las jaulas, ni de las propias ni de las ajenas. No saben que nuestro pájaro cautivo vive en una jaula. Los barrotes son invisibles. Él mismo tardó mucho en descubrir sus propios barrotes.
Su prisión se la construyó siendo aún un polluelo. Fue su particular respuesta a una serie de cosas muy impactantes que tuvo que presenciar a una edad muy temprana. Ante aquellos mismos estímulos podía haber tenido otro tipo de respuestas, como la violencia o el alcoholismo. Su mente y sus circunstancias determinaron que su respuesta fuese la construcción de una prisión invisible.
Su afán por escapar de la prisión sembró en él la inquietud de estudiar la libertad y perseguirla infatigablemente. El estudio lo llevó a cabo de manera exhaustiva: leía libros, observaba a la gente a través de los barrotes, y recorría caminos de introspección y meditación.
Descubrió que las aves que ve a través de los barrotes tampoco son libres. Casi todos tienen una o varias prisiones particulares que no les permiten volar (y el objetivo de la vida es volar). Entre las prisiones están: la competitividad, el miedo, el afán de acumulación material, los hábitos que se apoyan en el sufrimiento de otros seres, los pensamientos que pretenden controlar el pasado o el futuro, el afán por corregir y juzgar a los demás, la actitud conformista de pensar que uno no puede hacer nada para cambiar su mundo, y otras muchas. Los años de constante estudio, reflexión, observación e introspección le han llevado a desarrollar numerosas técnicas (todas extremadamente simples, ya que no exigen la adquisición de cosas aprendidas y culturalmente elaboradas, sino liberarse de ellas), técnicas de liberación que no sirven mucho para salir de su jaula -cuyos barrotes aún no ha encontrado la forma de romper o doblar sino durante ratos cortos- pero son muy eficaces para romper las prisiones de las aves que ve fuera de su jaula. Sin embargo, no es nada fácil enseñarle las técnicas, compartirlas con las aves que necesitarían aplicarlas para ser libres; el problema es que esas aves no son conscientes de vivir en una prisión; han vivido siempre dentro y piensan que el mundo entero está contenido en su burbuja.
El pájaro, mientras, sigue padeciendo de su asfixiante confinamiento. Intentó aprender a volar, a buscar flores e insectos, a hacer nidos...pero no puede aplicar nada de eso mientras siga rodeado de rígidos barrotes. Y las aves que viven en el exterior tampoco ven los barrotes de las jaulas, ni de las propias ni de las ajenas. No saben que nuestro pájaro cautivo vive en una jaula. Los barrotes son invisibles. Él mismo tardó mucho en descubrir sus propios barrotes.
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