A pesar de todo, es primavera fuera de la vergüenza británica.
El deshielo llegó atravesando un campo de minas, llegó por poco, como la invitada que llega a la fiesta aturdida tras haber sufrido mil incidencias por el camino y se ve obligada a sonreír como si nada hubiera pasado y lucir sus mejores galas.
Podría detener el día y ponerme a contestar las cartas, que ya inundan de montaña intransitable la entrada de mi guarida.
Caracol de las montañas, arropado de jungla... ¿serás real o sólo un sueño?
país de maíz y chile, me quitaste el espíritu. Hoy me lo devuelves desde las ondas libres de ese faro, ubicado en medio de tus montes.
El dragón tiene varias bocas, varias patas. Sólo vemos sus garras, sus fauces, las que desgarran, las que machacan y muerden. Pero en éstas hay jóvenes de pupilas blancas. El corazón del dragón está en los despachos, en las gasolineras, en los mataderos, en las oficinas bancarias.
En una de las patas, el dragón tiene una larga y oscura falange con flechas incisivas.
Hoy, se recrudecen.
El principal brazo armado del dragón sistema no son las bandas de jóvenes manipulables con cabezas relucientes y bates de béisbol. Bajo cuyos cabellos políticamente correctos anidan las ideas de la competitividad, los principios estáticos de un mundo de depredación entre iguales, la pseudoantropología del ser ambicioso y egoísta genético, los frágiles planteamientos de la "guerra buena" adquieren la temporal y peligrosa consistencia barniz de aceptación social y refugio de muros recios contra el espejo, cuya inquietante presencia les es demasiado incómoda de afrontar.
Y yo, ¿qué haces?
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